Olga Sacharoff

Por Mario Ruiz

retrato de Olga Sacharoff

Olga Sacharoff, la pintora rusa del Putxet.

Una soleada mañana de domingo, a finales de junio de 1914, se inició el desastre que la historia recuerda como la Primera Guerra Mundial.
Millones de jóvenes fueron llamados a filas. No todos acataron la orden. Los pocos países neutrales que quedaron en el viejo continente recibieron miles de desertores.


Por su proximidad con la frontera francesa, Barcelona fue uno de los lugares escogidos por los llamados “cobardes” para refugiarse.

Otho Lloyd debía alistarse en 1916 pero no lo hizo. Él, su hermano Fabien y
Olga Sacharoff, novia del primero, cruzaron los Pirineos y alquilaron un piso
en la calle Albigesos, cerca de un convento de monjas clarisas.
Los hermanos Lloyd eran sobrinos de Oscar Wilde y llevaban en las venas
sangre rebelde.

El café Novedades era el lugar de encuentro de la numerosa comunidad de extranjeros obligados a vivir lejos de su tierra. Elegante y sofisticado, sus grandes ventanales asomados al Paseo de Gracia -la nueva arteria que abrió la ciudad medieval a la modernidad- inundaban de luz el enorme espacio ocupado por centenares de mesas.

Allí conocieron a otros expatriados y formaron un nutrido grupo que no se mezcló con los barceloneses.
Repartían su tiempo intentando obtener ingresos y conociendo el territorio que los había acogido.
En una de sus excursiones descubrieron la, aún no bautizada Costa Brava, y pasaron largas temporadas en Tossa deMar.
Trajeron con ellos el Dadaísmo, una forma de ver y querer subvertir el mundo radicalmente diferente al adocenado Noucentisme que dominaba el panorama cultural de la capital catalana.

Cuando acabó la contienda  y Francia garantizó que no tomaría represalias contra los exiliados, todos regresaron y sus años “catalanes“ pasaron a ser una anécdota.


No fue el caso de Olga. Estrechó vínculos comerciales con marchantes y propietarios de galerías de arte que le hicieron regresar en diversas ocasiones para exponer su obra.

Aún no se ha dicho,  pero ella fue una gran pintora

De origen ruso se formó en Munich y vivió en París. Su amistad con Picasso y Modigliani no fue suficiente como para que su pincel derivara hacia el surrealismo y continuó su camino ajena a  las modas.

En 1940 Alemania invadió Francia y la pareja se vio obligada a huir. De nuevo cruzaron la frontera española para ponerse a salvo, los dos,  a orillas del Mediterráneo.

Podrían haberse instalado en Londres, como muchos de sus amigos o  cruzar el océano y vivir en Nueva York, donde no les hubieran faltado oportunidades.

Los pocos historiadores que se han acercado a Olga Sacharoff coinciden en que las amistades cultivadas durante dos décadas fue el motivo principal para que escogieran vivir en la triste Barcelona de la posguerra.

Ella era una  mujer exiliada, siempre buscando un lugar en el mundo que sintiera suyo.

Continuó exponiendo con regularidad. Cuando la fortuna económica le dio la espalda recicló su arte y se ganó la vida realizando retratos por encargo. 

Tenía más trabajo del que podía hacer. Toda familia importante de la ciudad ansiaba ser pintada por Olga. Hombres, pero sobre todo mujeres, posaron en el estudio que tenía en la hermosa casa de la calle Manacor donde vivió hasta su muerte.

Allí, en el casi salvaje y poco urbanizado barrio del Putxet, encontró su paraíso en la tierra.

En la última etapa de su vida se dedicó a recibir amigos, darles de comer y ser la anfitriona de largas tertulias. Se convirtió, sin buscarlo, en salonnier.

A día de hoy, para encontrar el rastro de su estancia entre nosotros, deberíamos pasear por la céntrica y empinada calle que el municipio de Tossa de Mar le dedicó,  o visitar el Museo Nacional de Arte de Catalunya donde se exponen algunos de sus cuadros.

En 2017, cincuenta años después de su muerte, la Generalitat de Catalunya recordó con un acto institucional  a Olga Sacharoff, la rusa del Putxet.

Imagen de betevé.cat